domingo, 19 de noviembre de 2017

Los sueños

Los sueños. ¿Qué son los sueños?

Los sueños son los que dotan a una persona soñadora de un aura especial, haciendo a esa persona incansable,  poseedora de una motivación abrumadora, de ese tipo de motivación que supera a lo racional y que no se agota. Incluso en los momentos más bajos, más duros, el soñador cree en él con una fe y determinación impactante.

Los sueños son el motivo por el que a los soñadores se les llama locos, inconscientes, temerarios. Son la razón por la que sacrifican cosas que otros jamás sacrificarían, por la que abandonan lugares, gente y trabajos, por la que caen en una obsesión que les hace llevar una conducta que roza el egoísmo.
Los sueños no se escogen, ellos se encargan de escogerte a ti. Los sueños se ven, es verdad, se ven en los ojos de los soñadores.

He visto ese brillo en los ojos en muchas ocasiones, lo he visto en los grandes deportistas, en el currante que me encuentro en la piscina o corriendo a las 8 de la mañana y en todas las salidas de una carrera, lo he visto en personas con dificultades que luchan por salir de ellas, en el universitario en su ansiada escalada hacia el éxito laboral y en los adultos ambiciosos de poder. Pero sobre todo, en los niños, los niños son los más y mejores soñadores, y creo, que los más felices, no sé si será coincidencia.

Creo que todos tenemos o hemos tenido sueños, y creo que nunca deberíamos dejar de creer en ellos. Los sueños son, sin duda, los que mantienen ilusión en la vida de las personas y los que, a veces, hacen que tengan sentido muchas cosas de ella.


Maldeciré el día en el que deje de perseguir mis sueños, aunque los sueños no siempre se cumplan, es más, creo que muy muy poca gente es capaz de cumplir su verdadero sueño. Ese sueño que te quita el sueño y te hace soñar despierto, el que te susurra al oído y el que martillea tu cabeza todos los días,  ese sueño es improbable que se cumpla, es cierto, pero quizás lo bonito sea simplemente eso, perseguirlo y soñar con él.

Cuando subo puertos a menudo me desconecto del alrededor, me transporto a un lugar entre Orio y Getaria, me veo subiendo Aia y el camping entre los pasillos humanos. Cuando corro por las pistas por las que entreno, a menudo temprano, sólo oigo mis pisadas y me respiración, y vuelvo a verme en el malecón ``humano´´ de ese pueblo, me imagino recorriendo sus calles rebosadas de gente y entrando en meta emocionado.

A veces, cuando intento dormirme, retumba en mi cabeza el nombre de un pequeño pueblo de los Alpes, y cuando cierro los ojos, su lago, el Izoard y la grandeza de la leyenda de ese lugar se me aparecen.

Soñar es gratis, y no deberíamos dejar nunca de hacerlo ni de perseguir los sueños, sino, tarde o temprano, nos arrepentiremos.



miércoles, 1 de noviembre de 2017

El campeón de invierno

Quizás sea por el reflejo del estresante y vertiginoso mundo el que se vive en pleno siglo XXI, o quizás sea porque el ser humano busca siempre el camino corto o los atajos, no sé.
Quizás pueda ser también porque la gente no tiene a alguien que le guíe, o tal vez porque tiene un guía inadecuado.

El caso es que vivimos en una sociedad que tiende a empezar por el final, ¿por qué? Supongo que porque los finales, si son felices, son más apetecibles, más reconfortantes.
El problema, es que el final, generalmente, sin un buen principio y un entramado coherente, no será un buen final.

Ha llegado el invierno, modelos de planificación de la temporada o de la distribución de la intensidad del entrenamiento, hay muchos. Planificaciones clásicas, planificaciones en ATR, planificaciones con CIERTOS principios de la planificación inversa…gente que entrenará entre umbrales, otros de forma polarizada u otros que periodizarán ambas distribuciones.

Pero todas y cada una de ellas, respetan dos principios básicos, el descanso y la progresión en las cargas de entrenamiento, sea a través de la intensidad o el volumen.
Noviembre y diciembre, incluso octubre en los más atrevidos, son meses que nos permiten contemplar auténticos atentados contra los principios básicos. Sólo basta con echar un ojo a nuestros Strava, a nuestra piscina, a las carreras populares, al Washap, al Facebook… triatletas martilleando semanas más propias de un PRO en plena preparación del objetivo principal, sesiones dignas de subir al Instagram (por cierto, no tengo Instagram), rodajes ‘’lentos’’ que superan los ritmos que se llevarán en la media distancia en primavera y verano, preparaciones inversas sin sentido ninguno en triatletas que están muy lejos de tener las ‘’batallas’’ necesarias para ello. Mientras Eneko Llanos posa tomando el Sol en un banco con una bici de paseo. El mundo al revés, aunque ya habrá tiempo de hablar de ese mundo al revés.

Volvamos a lo básico, el machaquismo ya es agua pasada, subamos de uno en uno los escalones, hagamos que nuestra escalera llegue más lejos y más alto, las escaleras de los ‘’campeones de invierno’’ suben muy rápido, creándose un estado de falsa forma, que dura hasta abril, con suerte hasta mayo, y justo cuando empieza lo importante, se acaba, y te lleva al precipicio. Lesiones por sobreuso o por olvidar el gimnasio, sobreentrenamiento, ritmos que en febrero parecían fáciles se convierten en agónicos en primavera, abandonos en competiciones porque ya no hay fuerzas, frustración y decepción porque una vez más no se consiguen los objetivos, y un largo etcétera.




Sinceramente, la mayoría de la gente está en un punto en que no necesita ‘’machadas’’, el estímulo de baja intensidad y volumen, en invierno,  es aún necesario y muy efectivo. La casa que se empieza a construir por el tejado se caerá.


Disfrutemos, la temporada es larga, acaba en septiembre u octubre, volvamos a lo básico, los mejores artistas lo hacen, vuelven a lo esencial, a los conceptos básicos, y cuando los dominan, entonces sí, ponen la guinda en su camino a la excelencia.

lunes, 30 de octubre de 2017

Año nuevo

Se acerca el 1 de Noviembre. Llevo empezando las pretemporadas en esta fecha desde que hice mi primera temporada de ciclismo, allá por el 2011.

Para muchos de nosotros la vida ya no se mide en años astronómicos, se mide en temporadas, el año acaba con la última carrera y empieza con el inicio de la pretemporada.
El período de transición entre temporadas suelen ser sólo días vacíos en los que la cabeza va a mil por hora, menos mal que comerse la cabeza no engorda. ``¿Qué hice bien? ¿Qué hice mal? ¿Tanto sacrificio merece la pena? ¿Qué deparará el próximo año? ¿Y si no supero el último año? Me siento cansado, supongo, que de no hacer nada, ¿y me tengo que poner a entrenar ya?''

A menudo en estos días me acuerdo de la gente y de los momentos que me dejé en el camino, lamentablemente alguien determinó que los días tuviesen tan sólo 24 horas. A veces pienso que si los días tuviesen 30h las personas se ahorrarían tener que tomar decisiones incómodas.
También me inquieta el vacío que deja el triatlón en mi vida cuando descanso, ``y si algún día dejo de hacer esto, ¿con qué ocupo su lugar?´´

Pero justo en el instante en el que las preguntas me acorralan, llega el 1 de noviembre, me pongo las zapatillas, y vuelta a empezar.
Empieza la historia de todos los años, de noviembre a enero es la introducción de la película, hay dudas de si será buena o no, de si de verdad enganchará. De enero hasta la primera carrera, en marzo o abril, me empieza a enganchar, las dudas y preguntas desaparecen. De ahí hasta septiembre soy un autómata disfrutando como un enano del desarrollo de la película. A partir de septiembre trato de alargar la película lo máximo posible a pesar de que sé cómo y dónde va a acabar realmente.

Y siempre estoy convencido de que no puede haber película mejor para mi, de que tan sólo necesito esto. Entrenar y aprender sobre entrenamiento, mejorar, competir, viajar, conocer carreras, lugares, aficiones, vivir momentos indescriptibles y conocer personas increíbles con las que compartir todo esto.
Así que estoy listo para entrar en mi sala de cine, seguro que en cuanto me de cuenta estoy con el neopreno puesto en el primer triatlón del año.

Dicen, que a veces, hay que hacer lo que se siente, y no lo que se piensa.